miércoles, 25 de mayo de 2016

Demostrando los afectos -1 de 7-




Apreciad@visitante

Much@s decidimos un día, tal vez lejano o tal vez cercano, emprender el camino de conocernos interiormente y lograr cierta estabilidad emocional para así armonizar nuestro cuerpo, mente y espíritu. Comienzo hoy ofreciéndote  la primera de  una serie de siete entregas  a través de las cuales iremos comprendiendo y descubriendo la importancia tan grande que implica para nuestro desarrollo emocional y psicológico el demostrar los sentimientos a través de la comunicación táctil.




Durante este encuentro, practicaremos meditaciones guiadas, técnica de visualización y ejercicios sencillos para trabajar  la Ley del Dar y Recibir energía a través del abrazo.
Aclaratoria. Nada del contenido de estas seis entradas, tituladas “Demostrando los afectos”, tiene el propósito de reemplazar la posible actividad que pudieras estar realizando con psicoterapeutas o facilitadores de  constelaciones familiares, terapia gestalt, biodanza o abrazo terapia por citar algunos, o para seguir un patrón de comportamiento. Sólo pretendo transmitirte lo que en su momento aprendí en talleres de crecimiento personal.
Si aceptas mi propuesta, porque  crees que puede ser de utilidad para tu bienestar, y deseas compartir tu experiencia dejando tu comentario… Gracias.
Si no la aceptas, sea cual sea tu (o tus) motivos… Gracias de igual forma.

Y si solamente lees  hasta aquí, gracias por haberme regalado  un momento de tu precioso e invalorable tiempo visitando mi blog, que es también el tuyo y el de tod@s.

El tacto y el contacto… ¿es una cuestión de piel?



Buscando en el diccionario  “El Clave en su uso del español actual” el significado de la palabra tacto, encontré las siguientes definiciones: sentido corporal que permite apreciar las cosas mediante el contacto. Hecho de tocar o palpar.

También al buscar la palabra contacto, encontré: relación o comunicación que se establece entre dos personas, o entidades.

En términos generales el contacto (corporal) incluye abrazar, coger la mano, cogerse del brazo, palmada, brazo por la cintura, contacto cabeza con cabeza… 

Es a partir de estas definiciones que comenzamos nuestra reflexión.

Tacto corporal  no es lo mismo que contacto corporal y sin embargo…

Para el ser vivo es necesario el contacto a través del tacto: diversos estudios médicos han confirmado, y confirman, que el feto ya responde a las vibraciones del corazón de la madre y si se le toca reacciona con movimientos. Diversos tratados de psicólogos y sociólogos nos dicen que también a lo largo de nuestras vidas es necesario tener continuamente contacto a través del tacto. 


Teniendo en cuenta lo anterior surgen las siguientes preguntas: ¿cómo sobrevivimos en un mundo donde el tacto-contacto  es relegado al último lugar? ¿Cómo relacionarnos con otros sin sexualizar el tacto? ¿Cómo sentirnos íntegros e integrados en una cultura “tactofóbica”? ¿Dónde queda la importancia del tacto en nuestra vida cotidiana?

Y hablando de la vida cotidiana…

Imagen 1: autobús, conduct@r, usuari@, pago del ticket o boleto.

Imagen 2: un local comercial cualquiera, cajer@, comprad@r, pago de la compra.

Por si no lo habías advertido (¡y claro, como lo podrías hacer si ya estás adaptad@!), en las dos  imágenes el denominador común es que ambas personas tratan de dar, o dan, sin tocar, de tender un billete o unas monedas o una tarjeta de compras sin rozar tu palma con las yemas de sus dedos o viceversa.

Siendo esto así, entonces  es que algo está sucediendo.

El contacto físico… ¿una cuestión de prejuicio?

El que cada persona determine si la forma en que es tocada es adecuada o inadecuada, placentera o displacentera, el que se sienta cómoda o incómoda, indudablemente depende de múltiples factores, entre ellos, y sin ser estos los más importantes, a saber:  

·        Elementos culturales de cada quien.
·        Sus ideas y creencias.
·        Sus experiencias pasadas.
·        Su intuición.
·        Su historia personal.
·        Las religiones.
·        El tabú de tocarse o no dentro de la familia.

Teniendo en cuenta que  la historia personal de cada quien se teje desde el nacimiento y en el seno familiar,  si el acto de tocarse entre los miembros de una familia es considerado prohibitivo, y sin importar la razón, el o la afectada en su vida adulta tendrá dificultades para dar y recibir cualquier expresión de afecto físico, sea este un beso en la mejilla o un abrazo, y expresar su emotividad, manifestando una tendencia a evitar el contacto físico con los demás ya que aprendió a verlo como algo inapropiado.

Otros-as  que, por el contrario,  hayan crecido en una familia en donde el contacto físico era una norma frecuente y bien vista para comunicar los sentimientos, lo verán de manera más natural y no tendrán tantos problemas para darlo o para recibirlo. Sin embargo estas personas tendrán que aprender a ser perceptivos  y comprender que no todas las personas lo viven de la misma manera y que es importante respetar los límites de cada quien. Así, si detecta que alguna persona no se siente cómoda con su contacto o con su cercanía, es mejor que guarde mayor distancia y evite el contacto físico o lo adecue de acuerdo a lo que la otra persona está dispuesta. 

Las religiones han potenciado el temor al placer. Al considerarse el tacto como fuente de placer y consuelo, se convirtió en “pecado”. Así se fue conformando en las distintas sociedades  la asociación del contacto físico con el sexo surgiendo de este modo etiquetas tales como “promiscuidad”, “homosexualidad”, “complejo de Edipo”, “incesto” y “adulterio” que en ningún caso las justifican. Existen muchas maneras de tocar y un tacto-contacto amistoso, familiar, de cariño o de afecto no tiene por qué tener ni interés ni implicación sexual. Una equivocada interpretación sólo provoca inhibición y más prohibición.

El miedo a que se malinterprete el gesto táctil nos conduce a no usarlo y poco a poco vamos descartándolo de nuestro repertorio de conductas. Por otro lado, las normas sociales y protocolares marcan el espacio de proximidad que han de tener las personas y los “tocamientos” considerados correctos. Todo dependerá de la zona y modo en que se toca y del parentesco o confianza de las personas a las que se toca. Por lo tanto, en cuanto a la comunicación táctil, nos movemos no desde esa necesidad comunicativa sino desde pautas impuestas como convenciones sociales. 

Sabemos que tenemos que guardar ciertas formas pero debemos asumir que tocar a los demás es parte de nuestra capacidad de amar y mostrar aprecio, cercanía y comprensión hacia los demás, además de ser necesario para nuestra salud física y emocional y para nuestra autoestima porque no sólo deseamos saber que somos queridos, también necesitamos sentirlo, porque ese estímulo sobre nuestra piel significa la ratificación de las palabras. Tocar y ser tocados es un arte que se aprende con la práctica, que a su vez nos permitirá distinguir el toque tierno y cariños del curativo, del consolador, del que nos transmite seguridad o de ese otro de carácter abierto o sugerentemente sexual. Diferenciarlos ayudará a gestionar nuestras reservas y miedos y a pedir o rechazar los contactos, de acuerdo al momento en que nos encontremos. Es un apetito emocional que necesita ser saciado, un deseo que debemos intentar satisfacer siempre respetando al otro-a.

 En cada contexto sabemos qué tipo de contacto corporal establecemos. Tenemos los de los distintos profesionales con sus pacientes o clientes para comunicar una actitud de servicio,  y los de conducta ritual como son por ejemplo, saludarse, despedirse o dar apoyo y consuelo a alguna persona. En cualquier caso, el contacto corporal comunica y los beneficios tanto emocionales como físicos, fisiológicos y psicológicos van a ser los mismos.

Y con el paso del tiempo…

Algunos sobrellevan sus años, otros los llevan consigo. Pesares y sufrimientos guardados en lo más profundo de sus corazones. Sin embargo hay quienes, y a pesar de todo, cantan a la vida, a la esperanza; otros, tal vez, silban por lo bajo su  canción preferida. Todos, sin excepción,  son sabios por sus años y por la experiencia de vida que dan aquellos. Algunos pueden decidir por sí mismos; en cambio, otros son los que deciden por ellos. Pero casi todos nuestros mayores sufren en silencio por ser, posiblemente, los menos tocados de la sociedad. ¡Como si la vejez fuera contagiosa!


En nuestros mayores la inexistencia de caricias y de besos les genera una sensación de aislamiento, de cierta debilidad física y emocional. Ell@s necesitan tocarte y que les toques, sentir tu piel sobre su piel. ¿Puedes imaginarte la razón? Es muy sencilla pero profunda: que el que tú los abraces, simplemente los abraces, es como una señal de que se sienten de nuevo aceptados o queridos por ti.


Aprender a tocar y que nos toquen


 v   Que los prejuicios no nos venzan. Si el respeto y la medida acompañan a la caricia o al abrazo, difícilmente el destinatari@ se sentirá agredid@ o confus@. En caso que así fuera, dejemos que nos lo diga y expliquémosle nuestra conducta.
 v   Si no entiende nuestro argumento, desistamos; simplemente, nos hemos equivocado.
 v   La estimulación táctil activa las endorfinas, hormonas naturales del organismo que controlan el dolor y están relacionadas con la sensación de bienestar.
 v   Un gesto dice más que muchas palabras. Por eso utilizar el tacto puede contribuir a hacer más fiable, efectiva y entrañable nuestra comunicación.
 v   La mejor manera de expresar afecto, solidaridad, cercanía, cariño, es tocando al otr@ haciéndole saber que nuestro cuerpo siente lo mismo que comunicamos con palabras o gestos.
 v   Tocar y ser tocados es una necesidad fisiológica y emocional cualquiera sea nuestra edad.
 v   Acercarse a uno mismo a través de la piel es darse una entidad corpórea con la que poder acercarnos al otr@



Te deseo una larga Vida y Sabiduría para Vivirla. Que tu Sol brille Siempre.

Jesús de los Ángeles Rodríguez Martínez


Fuentes
Imágenes tomadas de la web.






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