viernes, 26 de febrero de 2016

La felicidad es algo que uno decide con anticipación. Cinco reglas para ser feliz.

Una señora bien equilibrada y orgullosa, de 92 años de edad cada mañana se paraba a las 8 en punto para peinar su cabello al estilo de peluquería y aplicarse un maquillaje perfecto, aún sabiendo que era casi ciega y que hoy tenía que mudarse a un asilo de ancianos.


Su marido de 90 años, recientemente había muerto, obligándola a realizar este cambio en su vida después de su fallecimiento tan doloroso para ella. Había sido una pareja muy felizmente casados por más de 60 años.

Después de muchas horas de esperar pacientemente en la recepción del asilo de ancianos, ella sonrió muy dulcemente cuando le avisaron que su habitación estaba lista. Mientras ella maniobraba su andador al ascensor, la enfermera le daba una descripción detallada de su pequeño cuarto, incluyendo las sábanas y cortinas que habían sido colocadas en su ventana, “me encantan”, dijo ella con el entusiasmo de una niña de 8 años al que acaban de mostrarle un nuevo cachorro.


"Sra. Pérez, usted aún no ha visto el cuarto, sólo espere" le dijo la enfermera. "Eso no tiene nada que ver", dijo ella. "La felicidad es algo que uno decide con anticipación. El hecho de que me guste mi cuarto o no me guste, no depende en cómo esté arreglado el lugar, depende en cómo yo arregle mi mente. Ya había decidido de antemano que me encantaría. Es una decisión que tomo cada mañana al levantarme".
"Cada mañana que me levanto tengo dos opciones

1. Puedo pasarme el día en la cama enumerando las dificultades que tengo con las partes de mi cuerpo que ya no funcionan, o…
2. Puedo levantarme de la cama y agradecerle al universo por las que sí funcionan.
Para mí, cada día es un regalo, y mientras mis ojos estén abiertos me enfocaré en ese nuevo día y en las memorias felices que he guardado en mi mente.
La vejez es como una cuenta bancaria, uno extrae de lo que había depositado en ella". Entonces, hablándole a la enfermera, mi consejo para ti sería "que deposites una gran cantidad de felicidad en la cuenta bancaria de tus recuerdos, para que un día puedas retirarla cuando las cosas se pongan difíciles".
Y antes que la amable enfermera la dejara en su nueva habitación para que acomodara sus cosas le dijo, "quiero compartir contigo 5 reglas para ser feliz. Estas las aprendí hace muchos años y trato de cumplir con ellas todos los días y espero que te ayuden a ti tanto como me han ayudado a mí".
1. Libera tu corazón de odio
2. Libera tu mente de preocupaciones
3. Vive humildemente
4. Da más
5. Espera menos
Gracias Gabriel por compartir esta lección de vida
Apreciad@ visitante
Es un hecho comprobado por la realidad misma que la vida, la tuya, la mía, la de muchos, la de todos, es en mayor o menor medida… difícil. Y lo es porque a veces hay situaciones que escapan a nuestro control. En la realidad de la señora Pérez lo son su estado de casi ceguera, su viudez, su ingreso a un asilo de ancianos, sus limitaciones físicas. Pero lo que está claro es que  decidió no sentir pena por ella, lo que equivale a decir no victimizarse  y, por el contrario,  hacerse cargo de su realidad para vivir de forma más saludable y feliz.
Como esta señora, y como tantos seres humanos, yo no soy la excepción, siempre eres tú el que opta entre hacerte cargo  de tu vida o considerarte una víctima de ella. Si te decides por lo primero quiero decirte, por si no lo sabes, o si lo sabes deseo recordarte que existe algo en ti  y es nada menos que tu fuerza interior. El secreto… solo tienes que mirar dentro de ti para encontrarla.
Deseo agregar un punto más a las cinco reglas para ser feliz y es:
                                      Agradece cada día por todo lo que tienes. 
Te deseo una larga vida y sabiduría para vivirla. Que tu Sol brille siempre.
Jesús de los Ángeles Rodríguez Martínez
Fuentes
Gabriel Blanco. Publicado  en Facebook
Foto de Gabriel Blanco

miércoles, 17 de febrero de 2016

El saludo… un valor incomprendido

Un judío trabajaba en una planta empacadora de carne en Noruega. Un día, terminando su horario de trabajo, fue a uno de los refrigeradores para inspeccionar algo, se cerró la puerta con el seguro y se quedó atrapado dentro del refrigerador, golpeó fuertemente la puerta y empezó a gritar, pero nadie lo escuchaba. La mayoría de los trabajadores se habían ido a sus casas, y era casi imposible escucharlo por el grosor que tenía esa puerta. Llevaba cinco horas en el refrigerador al borde de la muerte. De repente se abrió la puerta. El guardia de seguridad entró y lo rescató.

Después de esto, le preguntaron al guardia ¿a qué se debe que se le ocurrió abrir esa puerta si no es parte de su rutina de trabajo? El explicó: “llevo trabajando en esta empresa treinta y cinco anos, cientos de trabajadores entran a la planta cada día. Este judío es el único que me saluda en la mañana y se despide de mí en las tardes. El resto de los trabajadores me tratan como si fuera invisible. Hoy me dijo hola, pero nunca escuché hasta mañana. Yo espero por ese hola, buenos días, y ese chao, hasta mañana cada día. Sabiendo que todavía no se había despedido de mi, pensé que debía estar en algún lugar del edificio, por lo que lo busque y lo conseguí”.

Creo que coincidirás conmigo en que lo que acabas de leer es una linda historia y una excelente lección pero no te quedes sólo con esto; te invito a reflexionar sobre lo que sigue:

“Recibe a toda persona con buena cara” Rab Avigdor Miller zz’l de la Mishna en Avot (1:15).

“No recibas ni saludes a nadie de espaldas, sino de frente cara a cara, […] el interés en la persona se fija en la mirada, ver a quien vas a saludar con interés, con atención, y […], la forma de poner una cara linda es añadiéndole una sonrisa que embellece esa cara, esa es la forma correcta de recibir a toda persona, de saludar a la gente.” Rab Miller

Desde niños hemos aprendido “buenos modales” y entre estos los que atañen al saludo, tanto al presentarnos  como al retirarnos. La intención de quienes nos lo enseñaron, sin duda, fue buena, con el propósito de ser “educados” y considerados” con los demás. Pero hoy, mirando hacia atrás, nos damos cuenta que lo aprendimos mecánicamente repitiendo expresiones sin pensar en el efecto que tienen.
Vayamos por parte. Saludar de forma automática, como una simple “formalidad”, revela incomprensión del valor del saludo, el cual satisface una necesidad esencial de los seres humanos como el ser identificados, reconocidos, valorados, respetados, aceptados e incluidos. Por lo tanto se puede decir sin temor a equívocos que el saludo es un elemento primordial para la autoestima y un elemento emocional insustituible en la interacción humana.
En cuanto al efecto que el saludo produce lo hace en la esfera del estado anímico de las personas, el cual se ve afectado de modo “negativo” cuando se sienten ignoradas o que no han sido “bienvenidas”, cualquiera que sea el lugar donde sean atendidas. Tal vez ahora empecemos a entender que el saludo va más allá de ser una parte de lo que aprendimos como “buenos modales”.
Pero ¿qué son los “buenos modales”? y ¿cuáles son algunas de sus características? Una definición académica sería: Los buenos modales son los actos que expresan el nivel de conciencia que tenemos hacia la dignidad de los demás. 

Algunas características de buenos modales son:
-         Sonreír (o aprender a sonreír) independientemente del temperamento que uno posea. Como dijo el erudito Shamai: “Haz de recibir a toda persona con rostro cordial”. (Pirkei Abot 1: 14)
-         Adoptar el hábito de saludar, independientemente de la posición de uno en la sociedad.
-         Dirigirse al prójimo, es decir a aquél que está próximo a uno, con amabilidad.

Se puede decir que el saludo es una característica de buenos  modales de las más 
populares. Así en todos los países hay modismos que se manifiestan en el saludo. 
Tomando sólo dos ejemplos en España, por regla general, los caballeros se dan la
mano y las mujeres suelen darse dos besos en las mejillas.
En cambio en  Argentina, el saludo más común empleado para saludar a alguien es con un firme y caluroso apretón de manos. Las mujeres generalmente se dan un beso en una mejilla.

Los saludos verbales dependen de la situación.

Por ejemplo, la expresión "Hola" es un saludo común y casual. En cambio "Buen día" es un saludo más formal.


En las ciudades, no se suele saludar a los extraños que pasan por la calle, pero en las zonas rurales el saludo entre gente desconocida es común.
La realidad nos dice que es común en muchas personas saludar cordialmente cuando ingresan, pero cuando se retiran,  no prestan demasiada atención al saludo de despedida el cual es, o debería ser, un tema de consideración pues tiene tanta importancia el saludo al retirarse como el que se manifiesta al entrar.


Todos sabemos que actualmente llevamos, quien más quien menos, un ritmo de vida acelerado a tal punto que se llegan a situaciones como el compañero de oficina que al comprobar que en su agenda tiene ese día cita con su médico, de repente se retira y cuando venimos con esos cafés que tanto nos gustan y compartimos con alegría, vemos que ya no está.
¿Estás de acuerdo conmigo de que este es un  caso de descuido en el saludo al retirarse, y es algo que se puede mejorar?


También están aquellas  personas que llaman por teléfono, y cuando son atendidas saludan: ¿Hola? ¿Con quién hablo? Pero enseguida se dan cuenta que se trata de un error. En vez de comunicar a quien atendió que se trata de un error y saludar despidiéndose, directamente cortan la comunicación. Creo que la actitud adecuada es comunicar a su interlocutor del equívoco y despedirse con un ¡disculpe fue un error!, para luego saludar y cortar.


Mi pregunta es ¿en situaciones  similares a las señaladas,  te gustaría que te hagan eso? El sabio Hilel enseñó al respecto: “no hagas al otro lo que no quieres que te hagan a ti”.

Saludar al presentarse y al retirarse es esencial en todo lugar y en todo momento. Debe respetarse el honor del prójimo tal como deseamos que se respete el nuestro.


También en el acto de  orar
Desconozco si crees en algo sobrenatural, sagrado o divino o si sólo  crees en ti. No estoy aquí para juzgarte ni para juzgar.  Independientemente de en quién crees permíteme compartir contigo lo siguiente.

Toda vez que inicies tu oración en primer lugar saluda al Padre-Madre Universal, a la Vida o a ti mismo     con respeto y honor de esta manera este proceder que está latente en tu interior se activará también en todos los momentos de  tu vida en que hables con tus semejantes.  Y al finalizar tu rogativa saluda también en la despedida porque de lo contrario estarías demostrándote que estuviste frente a la Energía Divina solo por obligación, o porque necesitabas pedirle algo, pero ahora que ya acabaste de hacerlo, ya no te interesa Su Presencia. Como lo expresa el Talmud […] “si no se hace así, es mejor no haber rezado”.

Entonces, recuerda que:


Te deseo una larga vida y sabiduría para vivirla. Que tu Sol brille siempre.
Jesús de los Ángeles Rodríguez Martínez

Fuentes
Imágenes: tomadas de la Web y de mi autoría.