miércoles, 6 de julio de 2016

Reflexión del mes de julio

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La fábula de la sopa de piedra

“Cierto día, llegó a un pueblo un hombre y pidió por las casas para comer, pero la gente le decía que no tenían nada para darle. Al ver que no conseguía su objetivo, cambió de estrategia. Llamó a la casa de una mujer para que le diese algo de comer.

-        --Buenas tardes, señor. ¿Me da algo para comer, por favor?

-        -- Lo siento, pero en este momento no tengo nada en casa, dijo ella.

-         --No se preocupe –dijo amablemente el extraño-, tengo una piedra en mi mochila con la que podría hacer una sopa. Si usted me permitiera ponerla en una olla de agua hirviente, yo haría la mejor sopa del mundo.

-         --¿Con una piedra va a hacer usted una sopa? ¡Me está tomando el pelo!

-         --En absoluto, señora, se lo prometo. Deme una olla muy grande, por favor, y se lo demostraré.

La mujer buscó la olla más grande y la colocó en mitad de la plaza del pueblo. El extraño preparó el fuego y colocó la olla con agua. Cuando el agua empezó a hervir ya estaba todo el vecindario en torno a aquel extraño que, tras dejar caer la piedra en el agua, probó una cucharada exclamando:

-      --   ¡Deliciosa! Lo único que necesita son unas patatas.

Una mujer se ofreció de inmediato para traerlas de su casa. El hombre probó de nuevo la sopa, que ya sabía mucho mejor, pero echó en falta un poco de carne.

Otra mujer voluntaria corrió a su casa a buscarla. Y con el mismo entusiasmo y curiosidad se repitió la escena al pedir unas verduras y sal. Por fin pidió: “¡Platos para todo el mundo!”.

La gente fue a sus casas a buscarlos y hasta trajeron pan y frutas. Luego se sentaron todos a disfrutar de la espléndida comida, sintiéndose extrañamente felices de compartir, por primera vez, su comida.

Y aquel hombre extraño desapareció dejándoles la milagrosa piedra que podrían usar siempre que quisieran hacer la más deliciosa sopa del mundo.

Moraleja

Con la cooperación se alcanzan resultados notables, aún cuando se parta de contribuciones pequeñas, o incluso insignificantes. Esta es la fuerza milagrosa que tiene el compartir. Cada uno de nosotros podemos poner algo nuestro al servicio de los demás y el resultado puede ser espectacular.

Apreciad@ visitante
Tal vez creas que:
-         No tienes nada para compartir. Permíteme decirte que dudo que sea así.
-         Lo que tienes es tan insignificante y de muy poco valor que  no merece que lo compartas. Creo que te equivocas.

No me es extraño que esta sea la visión de tu mundo porque por lo general tendemos a infravalorarnos. Todos traemos al nacer una serie de “talentos” o “aptitudes”  pero, por decirlo de una manera simplista, nos “inclinamos” más hacia uno de ellos. Sea cual sea ese talento que más desarrollamos,  no es nada insignificante ni poco valioso. Por el contrario está ahí para que lo explotemos al máximo tanto para nuestro crecimiento personal como para ponerlo al servicio de los demás.
Por lo tanto  te invito a ponerte en movimiento y  pasar a la acción.
Hay mucho por hacer y si eres observador te darás cuenta que siempre hay un lugar para que puedas contribuir con tu aporte. Comienza por tu entorno inmediato: tu hogar, tu familia, tus amigos;  sigue por tu vecindario;  continúa por tu ciudad, pueblo o aldea.  En tu búsqueda puede que encuentres alguien a quien leerle un periódico o el libro de su preferencia. Hacerle compañía. Ayudarle en las tareas básicas de su vida cotidiana, etc.
También existen los voluntariados. Siempre se necesitan de muchas manos en:
-         Los orfelinatos.
-         Los bancos de alimentos.
-         Cáritas.
-         Residencias-hogares.
-         La Cruz Roja.
-         Las sociedades protectoras de animales.
-         Los hospitales.
-         Los comedores sociales.
-         Las cárceles.
Y la lista puede continuar.
En este momento en  que escribo esta entrada  vino a mi memoria lo que alguna vez dijo Madre Teresa de Calcuta y no me equivoco al decirte que tiene relación con el tema que hoy nos ocupa: el compartir algo de nosotros al servicio de los demás.
Y cito: “¿En qué colaboro para construir un mundo mejor? Y para esto no hay que ir a la India, ahí donde estoy, en mi casa: hijos, cónyuge, vecino, compañero de trabajo, amigo… No dejes que nadie llegue jamás a ti sin que al irse se sienta mejor y más feliz. Sé la expresión viviente de la bondad de Dios; bondad en tu rostro, bondad en tus ojos, bondad en tu sonrisa, bondad en tu cálido saludo.”

Recuerda que:


Y como diría el padre José Ceschi –OFM-  sacerdote y comunicador…
“¿Lo comentamos en familia?”
Te deseo una larga vida y sabiduría para vivirla. Que tu Sol brille Siempre.
Jesús de los Ángeles Rodríguez Martínez

Fuentes
Imágenes tomadas de la web




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