La Bendición
no es una fórmula repetida de memoria, ni una mera costumbre, como tampoco
es una práctica vacía de sentido.
La Bendición
es un don
y es palabra.
Es un don ya que es Dios mismo quien nos otorga el favor o regalo
de bendecir y es palabra puesto que es Dios quien habla para
poner el
pensamiento del hombre en comunicación con su propio pensamiento. La Bendición,
por lo tanto, es la expresión de un deseo benigno que se dirige a una persona, a varias o a un
objeto y que, a través de la propia expresión, se concreta, lo cual significa
que, al mismo tiempo en que se pronuncia la Bendición, se materializa la acción
de bendecir. En este sentido, Bendición significa “hablar bien de alguien”. Pero
también bendecir es “transferir el poder o favor de Dios” mediante
la imposición de manos. Si reunimos
los dos significados (transferir y hablar) podemos valorar el profundo
significado de la palabra Bendición y el acto de bendecir: “hablar” y “ungir o transferir” el favor de
Dios: prosperidad, protección, abundancia, vida, salud, suministro…
por citar algunos ejemplos.
¿Se nos ha otorgado el favor de
bendecir?
Indiscutiblemente sí. Y
es Dios mismo quien nos ha otorgado
ese don al crearnos
a su imagen y semejanza. Esto quiere decir que en el momento en que Dios nos creó nos dio
una parte suya que llamamos Esencia por lo que Dios (YO SOY EL QUE YO SOY) es la expresión de su
Divinidad en cada
ser humano. Decir que es la expresión de su Divinidad, es lo mismo
que indicar que la parte
espiritual que como vida, inteligencia y actividad, actúa
en cada uno de nosotros. Por lo tanto cada individualización
de Dios es un hijo de Él en el que
habita el mismo YO SOY. Estamos hechos de la misma Sustancia. ¡Somos la misma
Sustancia! De esta manera pasamos a ser sus hijos espirituales con las
mismas propiedades y capacidades incluyendo
la capacidad de crear la realidad física de un soplo. Es Dios mismo (YO
SOY EL QUE YO SOY) el que nos otorga el mismo poder de crear. En este sentido todos somos
especiales. No hay otra persona que sea más especial que otra. En
todo caso algunos de nosotros hemos decidido creer que Dios (YO SOY) se
comunica de maneras especiales y únicamente con personas especiales, llámense
estos pastores, sacerdotes, religios@s
consagrad@s, gurús, o el nombre que cada quien prefiera darle.
Bendecimos a Dios
Cuando proclamamos
sus atributos, virtudes y proezas, es decir lo alabamos, lo ensalzamos, lo
elogiamos y lo engrandecemos. Cuando
decimos, por ejemplo, “Tú eres Santo, oh
Señor”. Pero también bendecimos a Dios cuando hacemos obras benéficas para que
así el Nombre de Dios sea ensalzado y engrandecido. Otra expresión que solemos
utilizar es: “Exaltemos su Nombre”; esto
no quiere decir que estamos haciendo a Dios más grande o más alto, sino que
estamos reconociendo que Él es la Única Presencia, el Único Poder y Sustancia
en todo, al mismo tiempo que estamos expresando nuestra gratitud y deleite en verlo y experimentarlo.
Bendecimos a otra persona, creyente o no
Cuando
además de hablar bien de ella, la tocamos
y traspasamos nuestra unción. Bendecimos cuando reconocemos las virtudes de nuestros seres queridos, por
ejemplo.
Bendecimos nuestra ciudad o nuestra casa
Cuando
hablamos de sanidad, paz, prosperidad, abundancia… y trabajamos para ello;
también cuando imponemos nuestras manos en la tierra, las paredes de nuestra
casa, las ropas de nuestros seres amados, etc.
Bendecimos
también a nuestros enemigos
Aquellos que nos acosan, persiguen o
maltratan, porque al hacerlo
abrimos una puerta de Bendición para nuestras vidas poseyendo todo lo armonioso,
próspero y abundante que posee esa
persona hostil.
Atrayendo el favor de
Dios hacia nosotros; así pues el efecto de la Bendición es multiplicador y con dos movimientos: la Gracia que desciende y la Acción de
gracias que se eleva recapitulados en cada uno de nosotros.
Pero la Bendición no
termina en la palabra y la imposición de manos sino que se prolonga en las obras benéficas; no solo en aquellas que más nos agradan sino también
en las que encontramos una verdadera dificultad en llevarlas a cabo.
Con bastante
frecuencia, y tal vez por desconocimiento,
cometemos errores con la Bendición. Cuando decimos “Te bendigo” o “Dios
te bendiga” sin ninguna duda estamos engrandeciendo lo positivo
que hay en esa persona, o en ese lugar o cosa. Pero también bendecimos su aspecto
negativo o energía discordante. Debemos recordar que, así como una moneda
tiene dos caras o dos polos, cualquier situación también la tiene y esto
responde a la Ley Universal de Polaridad.
Por eso cuando nos encontramos o visitamos
a una persona enferma si le decimos “te
bendigo”, si bien estamos engrandeciendo las cosas positivas que hay en
ella, también lo hacemos con su aspecto negativo que es la enfermedad. Entonces, no
bendigamos a esa persona (física) sino bendigamos
al Ser Divino (Esencia) que hay en ella. Bendigamos al órgano saludable que está manifestando esa
“apariencia de enfermedad”; bendigamos la Salud y la Verdad en ella. Bendigamos a su Ser Divino diciendo mentalmente. “Mi
Cristo Interno saluda y bendice a Tu Cristo Interno. La Salud se hace y
manifiesta en Ti” o “Mi Cristo Interno
Bendice la Salud Perfecta que hay en Tu Cristo Interno”.
Lo mismo sucede cuando
una persona nos
pide dinero por la calle. Independientemente que se lo demos o no,
al menos bendigámosla. Pero no bendigamos su “aparente situación de pobreza”
que lo hacemos cuando le decimos “Te
bendigo” o “Que Dios te bendiga”. Más
bien digámosle “Mi Cristo Interno bendice
la Prosperidad
que hay en Tu Cristo Interno” y con
esta forma de bendecir estamos engrandeciendo
su Prosperidad.
Cuando alguien nos haga daño
no lo bendigamos. Bendigamos su Ser Divino diciendo mentalmente: “Mi Cristo Interno saluda y bendice a Tu
Cristo Interno. El Bien se hace y manifiesta en Ti”.
Bendigamos
·
Interiormente todo lo bueno
que tienen todo lo que nos rodea: nuestro
jefe/jefa, amig@s, vecinos, familiares, las personas con las que nos
encontramos por la calle, nuestro sueldo, nuestro trabajo, nuestra ocupación,
nuestro hogar, nuestras pertenencias materiales o inmateriales diciendo: “Bendigo
el bien de mi hogar (o lo que deseemos bendecir) para que fructifique y se multiplique
en la Voluntad de Dios que siempre quiere el Bien. Gracias Padre porque ya está
hecho”.
·
La comida,
cualquier comida, que recibamos y démosle gracias a Dios por los alimentos
recibidos. En silencio o en voz alta, con las manos extendidas sobre la comida
digamos: “En nombre de la Amada Presencia de Dios que hay en mí, agradezco y
bendigo estos alimentos y bebida/as como así también bendigo las manos que los
prepararon. Conviértelos en esencia de Tu Luz y Amor en nuestros cuerpos.
Gracias Padre”.
·
Cada día al despertar y al levantarnos
de la cama diciendo: “Bendigo
este día en la Provisión Divina. Todo lo que Dios (YO SOY) me da, llega a mis
manos en Armonía con todo el mundo, de acuerdo con la Voluntad Divina, bajo la
Gracia y de manera Perfecta. Gracias Padre que ya me oíste. Gracias Padre
porque ya lo tengo”
·
El dinero.
Con el dinero entre
nuestras manos digamos:
“En nombre de
la Divina Presencia de YO SOY en mí, acepto y bendigo este dinero y las manos de quién me lo dio y pido que se
multiplique por todo el mundo. Gracias padre que me has oído y sé que lo haces
siempre”.
Apreciad@ visitante.
Recuerda que:
Por todo lo expuesto, permíteme que hoy te bendiga. Aunque no te conozco mi Bendición va para ti,
porque al bendecirte de todo corazón, también me Bendigo a mí:
Jesús de los Ángeles Rodríguez
Martínez
Fuentes
Imágenes
tomadas de la Web y modificadas por mi.
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