Apreciad@
visitante
En
una entrevista por radio, recuerdo (y de esto hace ya mucho tiempo) que el
entrevistado dijo: “…en todo caso soy una
naranja entera que me gustaría compartir con otra naranja, también entera, el
mismo frutero”.
¿De
dónde nos viene esta expresión, o su equivalente “almas gemelas”?
Lo
podemos leer en la obra de Platón “El banquete” el cual a lo largo de
la historia ha sido revisado de forma homófoba y si bien en un principio las naranjas
primigenias del mito, separadas en dos por Zeus, estaban formadas o por dos partes
masculinas,
o dos partes femeninas o dos partes mixtas (hombre, mujer), a nuestros
días ha llegado la idea reduccionista de que hallarás tu
alma gemela, la otra mitad de tu naranja, en el otro sexo.
Este
tipo de concepción nos lleva a un modelo de pareja en la cual sus integrantes dejan de existir en forma independiente
conformando una unidad donde él y ella
dejan de existir dando lugar a la existencia de sólo
“la pareja”.
Sin
embargo, independientemente de tu orientación sexual, la idea de que eres un ser incompleto necesitado de una
media naranja para sentirte pleno
es falsa.
Más adelante, en esta misma entrada, veremos por qué.
Es
posible que alguna vez hayas escuchado decir algo así como: “ya
encontré
mi media naranja, o mi alma gemela”.
Es posible que tú mism@ en algún momento de tu vida hayas usado la misma
expresión.
¿Te has
detenido por un momento a reflexionar el significado y el alcance que tiene en ti dicha expresión o cualquier otra similar?
Vayamos
por partes.
Primer aspecto: la “mitad”. Si dices que
encontraste tu “media” naranja, asumes
de hecho que
eres la mitad de un todo. Y has
caído en un error ya que eres un todo, o dicho
de otro modo la suma
de las diferentes partes que te distingue como ser humano: cuerpo, mente, espíritu y alma (o psiquis). Por otro parte, al
creerte y sentirte una mitad estás admitiendo a un nivel
no consciente que tienes un gran vacío interno, vacío emocional,
y una sensación de insatisfacción
y eso es lo que te hace sentir incompleto. Sientes una profunda
soledad que nada consigue calmarla por lo que de ahí a que busques a tu otra “mitad” para que te complete sólo hay un
pequeño paso.
Segundo
aspecto:
las carencias.
Dices que ya encontraste tu media naranja. Analicemos esto. Posiblemente
con esa expresión quieras significar que encontraste aquella persona que cubre
tu soledad, tus necesidades emocionales y físicas y te sientes feliz. Lamento
profundamente decirte que nuevamente estás errado. ¿Y sabes por qué? Porque las medias frutas de algún modo te
llevan a idealizar el amor, y la
historia de príncipes valientes y princesas tiernas y dulces como la miel solo existen en las novelas, en las películas de Disney, en la publicidad
y en la información cultural que te
rodea. Y si a esto le agregas, muy convencid@, aquello de… “y
fueron felices y comieron perdices” es que internamente te estás conformando con un amor a medias
y te estás condenando a la soledad. Y
vuelves al punto de partida.
Si
bien tienes el derecho de ser la fruta que desees
ser: naranja, pomelo, manzana… el tema es que no te creas una mitad de la
fruta que quieras ser para ser… feliz. Y no necesitas ser una “mitad” sino, te reitero, un ser completo aceptándote tal y como eres
con todo aquello que más te gusta de ti y con lo que te gusta menos. Para
llegar a este punto es necesario de un “condimento”
indispensable: que te perdones y perdones pero esto lo trataremos
en otro momento. ¿Estás de acuerdo?
Perdónate y perdona. Conócete.
Acéptate. Ámate. Sonríete. Regálate. Consiéntete. Edúcate. Supérate. Valórate.
Lograr
todo esto parece una tarea hercúlea. Es verdad. Pero dicen por ahí, que por
algún lado se empieza. ¿Cómo lograrlo? A través del autoconocimiento, profundizando
en tu interior para ver, y sin juzgar, con mucho amor tu historia, aquella que te ha llevado a ese punto (con retorno)
de considerarte la mitad de ti. Y cuando hayas transitado el camino de la autoestima
asimilando cada paso que des, recién entonces y
no antes ni después, habrás
decidido que la persona que comparta
tu vida también será un ser sin recortes. No te
importará que tú seas un kiwi completo
y quien ahora te acompaña sea un plátano, también
completo. Kiwi y plátano pueden combinar
perfectamente siempre y cuando asuman la
responsabilidad de compartir una vida en
común siendo capaces de respetar
tanto sus diferencias como sus coincidencias. Entonces habrás comprendido que
la vida en pareja es una invitación,
y una oportunidad, para aprender
y crecer
mutuamente.
Llegados a este punto ¿coincides conmigo en
reemplazar la expresión “media naranja”
por `dos
frutas completas y enteras que comparten el mismo frutero´ en donde el recipiente representa la libertad, el diálogo abierto y sincero, el respeto
y la confianza
mutas que dan una excelsa armonía a los frutos que contiene?
Comparto
contigo el siguiente post que llegó a mi correo electrónico y está relacionado
con el tema que hoy nos ocupa.
No te quiero para mí, te quiero conmigo
“Nos hicieron creer que “el gran amor” solo
sucede una vez, generalmente antes de los treinta años. No nos contaron que el
amor no es accionado, ni llega en un momento determinado. Nos hicieron creer
que cada uno de nosotros es la mitad de una naranja y la vida sólo tiene
sentido cuando encontramos la otra mitad. No nos contaron que ya nacemos
enteros, que nadie en la vida merece cargar en las espaldas, la responsabilidad
de completar lo que nos falta.
Nos hicieron pensar que una fórmula llamada
“dos en uno”: dos personas pensando igual, actuando igual, era lo que
funcionaba. No nos contaron que eso tiene un nombre: “anulación” y que sólo
siendo individuos con personalidad propia podremos tener una relación
saludable.
Nos hicieron creer que el matrimonio es
obligatorio y que los deseos fuera de término deben ser reprimidos. Nos
hicieron creer que los lindos y flacos son más amados. Nos hicieron creer que sólo hay una fórmula para ser feliz, la misma para todos y
los que escapan de ella están condenados a la marginalidad.
No nos contaron que estas fórmulas son
equivocadas, que frustran a las personas, son alienantes y que podemos intentar
otras alternativas. Nadie nos va a decir esto, cada uno lo va a tener que
descubrir solo. Y ahí, cuando estés muy enamorado de ti, vas a poder ser muy
feliz y te vas a enamorar de alguien.
No quiero que me pertenezcas, ni que la única
realidad que exista sea la nuestra. Quiero que los dos seamos dos naranjas
enteras queriendo rodar juntas. Al fin y al cabo, las medias naranjas dan sólo
un poco de zumo y no pueden caminar solas.
Quiero preferirte, pero no necesitarte. Porque
si te necesitara estaría sometiéndote a mis carencias y responsabilizándote de
mi felicidad. Y eso no es justo para nadie, porque sólo a mí me pertenecen mis
conflictos. La mejor relación que podemos tener es la de no pertenecernos, la
de ser y existir como seres independientes que se aman. Me encantaría
encontrarnos en un punto emocional que vaya más allá de la necesidad de que
alguien o algo nos complemente.
Convertirnos en seres completos
Cuando me convierto en un ser completo, que no
necesita de otro para sobrevivir, seguramente voy a encontrar a alguien
completo con quien compartir lo que tengo y lo que él tiene. Ese es, de hecho,
el sentido de la pareja. No la salvación, sino el encuentro. O, mejor dicho,
los encuentros. Yo contigo. Tú conmigo. Yo conmigo. Tú contigo. Nosotros, con
el mundo.
Querer ser dos cuando nacimos de uno en uno nos
esclaviza. Yo puedo vivir sin ti y tú puedes vivir sin mí, pero no queremos hacerlo.
Me gustaría que nuestra relación fuese así de sana, que nos envolviese la
ternura y nos descubriese la confianza. No quiero que ninguno de los dos nos
arranquemos de nosotros mismos, no quiero que renunciemos a ser quienes somos.
Quiero que nos sepamos querer, que nos anhelemos, que nuestra relación supla
nuestras carencias y que nos demos cuenta de que el verdadero amor es aquel que
se respeta y no se idealiza.
Eso nos salvará a ti y a mí, y a nuestro AMOR.
Así, con mayúsculas y con toda su trascendencia. Resolverá nuestros problemas y
aprenderemos a convivir con nuestras diferencias. Porque si dejo de ser yo no
podré amarte, ni crecer ni sonreír ni respirar por ti. Y poder amar de manera
saludable es la mayor dicha del mundo. Por eso, cariño, no seamos el uno para
el otro. Quiéreme como soy, sin máscaras ni arreglos, mejoremos juntos cada
día, crezcamos contemplándonos con
placer y procuremos satisfacer nuestras ansias de felicidad. Eso es lo que hará
que nuestro amor sea para toda la vida.
Vivimos en un mundo donde nos escondemos para
hacer el amor… aunque la violencia se practica a plena luz del día” – John
Lennon.
Publicado por Roberto Trevilla Baz en
Sincrodestino.
Te deseo
una larga Vida y Sabiduría para vivirla. Que tu Sol brille siempre.
Jesús
de los Ángeles Rodríguez Martínez
Fuentes
Imágenes tomadas de la Web
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