miércoles, 18 de mayo de 2016

Somos dos personas completas





Apreciad@ visitante
En una entrevista por radio, recuerdo (y de esto hace ya mucho tiempo) que el entrevistado dijo: “…en todo caso soy una naranja entera que me gustaría compartir con otra naranja, también entera, el mismo frutero”.

¿De dónde nos viene esta expresión, o su equivalente “almas gemelas”?


Lo podemos leer en la obra de Platón “El banquete” el cual a lo largo de la historia ha sido revisado de forma homófoba y si bien en un principio las naranjas primigenias del mito, separadas en dos por Zeus, estaban formadas o por dos partes masculinas, o dos partes femeninas o dos partes mixtas (hombre, mujer), a nuestros días ha llegado la idea reduccionista de que hallarás tu alma gemela, la otra mitad de tu naranja, en el otro sexo.


Este tipo de concepción nos lleva a un modelo de pareja en la cual sus integrantes dejan de existir en forma independiente conformando una unidad donde él y ella   dejan de existir dando lugar a la existencia de  sólo “la pareja”.

Sin embargo, independientemente de tu orientación sexual, la idea de que eres un ser incompleto necesitado de una media naranja para sentirte pleno es falsa. Más adelante, en esta misma entrada, veremos por qué.
Es posible que alguna vez hayas escuchado decir algo así como: “ya encontré mi  media naranja, o mi alma gemela”. Es posible que tú mism@ en algún momento de tu vida hayas usado la misma expresión.

¿Te has detenido por un momento a reflexionar el significado y el alcance  que tiene en ti  dicha expresión o cualquier otra similar?

Vayamos por partes.

Primer aspecto: la “mitad”. Si dices que encontraste tu “media” naranja, asumes de hecho que eres la mitad de un todo. Y has caído en un error ya que eres un todo, o dicho de otro modo la suma de las diferentes partes que te distingue como ser humano: cuerpo, mente, espíritu y alma (o psiquis).  Por otro parte, al creerte y sentirte una mitad estás admitiendo  a un nivel no consciente que tienes un gran vacío interno, vacío emocional, y una sensación de insatisfacción y eso es lo  que te hace sentir incompleto. Sientes una profunda soledad que nada consigue calmarla por lo que de ahí a que busques a tu otra “mitad” para que te complete sólo hay un pequeño paso.


Segundo aspecto: las carencias. Dices que ya encontraste tu media naranja. Analicemos esto. Posiblemente con esa expresión quieras significar que encontraste aquella persona que cubre tu soledad, tus necesidades emocionales y físicas y te sientes feliz. Lamento profundamente decirte que nuevamente estás errado. ¿Y sabes por qué? Porque las medias frutas de algún modo te llevan a idealizar el amor, y la historia de príncipes valientes y princesas tiernas y dulces como la miel solo existen en las novelas, en las películas de Disney, en la publicidad y en la información cultural que te rodea. Y si a esto le agregas, muy convencid@, aquello de… “y fueron felices y comieron perdices” es que internamente te estás conformando con un amor a medias y te estás condenando a la soledad. Y vuelves al punto de partida.

Si bien tienes el derecho de ser la fruta que desees ser: naranja, pomelo, manzana… el tema es que no te creas una mitad de la fruta que quieras ser para ser… feliz. Y no necesitas ser una “mitad” sino, te reitero, un ser completo aceptándote tal y como eres con todo aquello que más te gusta de ti y con lo que te gusta menos. Para llegar a este punto es necesario de un “condimento” indispensable: que te perdones y perdones pero esto lo trataremos en otro momento. ¿Estás de acuerdo?


Perdónate y perdona. Conócete. Acéptate. Ámate. Sonríete. Regálate. Consiéntete. Edúcate. Supérate. Valórate.


Lograr todo esto parece una tarea hercúlea. Es verdad. Pero dicen por ahí, que por algún lado se empieza. ¿Cómo lograrlo? A través del autoconocimiento, profundizando en  tu interior para ver, y sin juzgar, con mucho amor tu historia, aquella que te ha llevado a ese punto (con retorno) de considerarte la mitad de ti. Y cuando hayas transitado el camino de la autoestima asimilando cada paso que des, recién entonces y  no antes ni después, habrás decidido que la persona que comparta tu vida también será un ser sin recortes. No te importará que tú seas un kiwi completo y quien ahora te acompaña sea un plátano, también completo. Kiwi y plátano pueden combinar perfectamente siempre y cuando asuman la responsabilidad de compartir una vida en común siendo capaces de respetar tanto sus diferencias como sus coincidencias. Entonces habrás comprendido que la vida en pareja es una invitación, y una oportunidad, para aprender y crecer mutuamente.

Llegados a este punto ¿coincides conmigo en reemplazar la expresión “media naranja” por `dos frutas completas y enteras que comparten el mismo frutero´ en donde el  recipiente representa la libertad, el diálogo abierto y sincero, el respeto y la confianza mutas que dan una excelsa armonía a los frutos que contiene? 


Comparto contigo el siguiente post que llegó a mi correo electrónico y está relacionado con el tema que hoy nos ocupa. 


No te quiero para mí, te quiero conmigo
“Nos hicieron creer que “el gran amor” solo sucede una vez, generalmente antes de los treinta años. No nos contaron que el amor no es accionado, ni llega en un momento determinado. Nos hicieron creer que cada uno de nosotros es la mitad de una naranja y la vida sólo tiene sentido cuando encontramos la otra mitad. No nos contaron que ya nacemos enteros, que nadie en la vida merece cargar en las espaldas, la responsabilidad de completar lo que nos falta.

Nos hicieron pensar que una fórmula llamada “dos en uno”: dos personas pensando igual, actuando igual, era lo que funcionaba. No nos contaron que eso tiene un nombre: “anulación” y que sólo siendo individuos con personalidad propia podremos tener una relación saludable.

Nos hicieron creer que el matrimonio es obligatorio y que los deseos fuera de término deben ser reprimidos. Nos hicieron creer que los lindos y flacos son más amados. Nos hicieron creer que sólo hay una fórmula para ser feliz, la misma para todos y los que escapan de ella están condenados a la marginalidad.

No nos contaron que estas fórmulas son equivocadas, que frustran a las personas, son alienantes y que podemos intentar otras alternativas. Nadie nos va a decir esto, cada uno lo va a tener que descubrir solo. Y ahí, cuando estés muy enamorado de ti, vas a poder ser muy feliz y te vas a enamorar de alguien.

No quiero que me pertenezcas, ni que la única realidad que exista sea la nuestra. Quiero que los dos seamos dos naranjas enteras queriendo rodar juntas. Al fin y al cabo, las medias naranjas dan sólo un poco de zumo y no pueden caminar solas.

Quiero preferirte, pero no necesitarte. Porque si te necesitara estaría sometiéndote a mis carencias y responsabilizándote de mi felicidad. Y eso no es justo para nadie, porque sólo a mí me pertenecen mis conflictos. La mejor relación que podemos tener es la de no pertenecernos, la de ser y existir como seres independientes que se aman. Me encantaría encontrarnos en un punto emocional que vaya más allá de la necesidad de que alguien o algo nos complemente.

Convertirnos en seres completos

Cuando me convierto en un ser completo, que no necesita de otro para sobrevivir, seguramente voy a encontrar a alguien completo con quien compartir lo que tengo y lo que él tiene. Ese es, de hecho, el sentido de la pareja. No la salvación, sino el encuentro. O, mejor dicho, los encuentros. Yo contigo. Tú conmigo. Yo conmigo. Tú contigo. Nosotros, con el mundo.

Querer ser dos cuando nacimos de uno en uno nos esclaviza. Yo puedo vivir sin ti y tú puedes vivir sin mí, pero no queremos hacerlo. Me gustaría que nuestra relación fuese así de sana, que nos envolviese la ternura y nos descubriese la confianza. No quiero que ninguno de los dos nos arranquemos de nosotros mismos, no quiero que renunciemos a ser quienes somos. Quiero que nos sepamos querer, que nos anhelemos, que nuestra relación supla nuestras carencias y que nos demos cuenta de que el verdadero amor es aquel que se respeta y no se idealiza.


Eso nos salvará a ti y a mí, y a nuestro AMOR. Así, con mayúsculas y con toda su trascendencia. Resolverá nuestros problemas y aprenderemos a convivir con nuestras diferencias. Porque si dejo de ser yo no podré amarte, ni crecer ni sonreír ni respirar por ti. Y poder amar de manera saludable es la mayor dicha del mundo. Por eso, cariño, no seamos el uno para el otro. Quiéreme como soy, sin máscaras ni arreglos, mejoremos juntos cada día,  crezcamos contemplándonos con placer y procuremos satisfacer nuestras ansias de felicidad. Eso es lo que hará que nuestro amor sea para toda la vida.

Vivimos en un mundo donde nos escondemos para hacer el amor… aunque la violencia se practica a plena luz del día” – John Lennon.

Publicado por Roberto Trevilla Baz en Sincrodestino.

Te deseo una larga Vida y Sabiduría para vivirla. Que tu Sol brille siempre.

Jesús de los Ángeles Rodríguez Martínez

Fuentes
Imágenes tomadas de la Web


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