Me ha llegado a
mi correo el siguiente mensaje:
Anónimo ha dejado un nuevo comentario en su entrada "¿QUÉ ES UN DECRETO METAFÍSICO?":
"De lo que abunda en el corazón, habla la boca".
¡Hoy es un buen día para empezar!
Jesús mucha gente me dice que no se puede decir que estás muy bien o que eres muy feliz porque despiertas la envidia de otros y con sus malos pensamientos te harán mucho daño ¿Qué le puedo contestar a esa gente?
"De lo que abunda en el corazón, habla la boca".
¡Hoy es un buen día para empezar!
Jesús mucha gente me dice que no se puede decir que estás muy bien o que eres muy feliz porque despiertas la envidia de otros y con sus malos pensamientos te harán mucho daño ¿Qué le puedo contestar a esa gente?
Apreciad@ visitante. No logro entender
claramente si la pregunta que me formulas es a título personal, es decir,
porque vas despertando envidia en los demás, o porque en tu círculo te dicen que
yo soy quien suscita ese sentimiento. Y digo esto último ya que no es la
primera vez que mucha gente me lo hecho notar.
Si es por mí, desde mi
sinceridad agradezco tu interés y tu intención. Y mi respuesta es…no debes
contestar nada.
Ahora, si es por ti… mi respuesta es la
misma: nada debes contestar.
La duda me surge por la partícula “se”
que has usado en la construcción gramatical. Recuerda que es mi “asignatura
pendiente” la comprensión y el uso correcto de nuestro idioma, el castellano. Con el debido respeto que me merece mi idioma y los estudiosos de la misma, me tomo el atrevimiento y la libertad de escribir aun con mis fallos ya que considero que lo importante, en estas circunstancias, es más importante el contenido del mensaje, que la pureza -gramaticalmente hablando- con que se lo escriba.
Volviendo al tema que nos ocupa. Como sea, agradezco que me hayas enviado
tu inquietud la cual no la he publicado en la entrada correspondiente porque
creo, como docente que soy, que a partir de tu duda todos podemos aprender algo
sobre la envidia y sacar el beneficio que cada uno considere oportuno.
Antes de proceder al desarrollo del tema
creo conveniente y necesario recordar que como moderador de mi blog, que es también
el tuyo y el de todos, me reservo el derecho de publicar o no los comentarios
que me llegan o me pudieran llegar de mis entradas. Aun cuando se me notifica
que: “Anónimo ha dejado…” y al final de
tu pregunta pones tu nombre, y cuando la naturaleza del mismo no es
de orden privado, es decir no me lo has enviado a mi cuenta de usuario, decido no publicarlo ante la posibilidad de que
desees permanecer como anónimo.
Ahora sí paso al desarrollo del asunto.
Consideraciones:
1.- La gente que te lo dice.
2.- La envidia.
3.- Malos pensamientos y el daño que
causan.
2.- La
envidia
La envidia es
una emoción eminentemente social, ya que se trata de una experiencia que tiene
sentido únicamente en relación con otras personas. Por lo general, la envidia
se define como una experiencia subjetiva de malestar, producida por el bien
ajeno y por el deseo de poseer algo que no se tiene.
Una
característica de esta emoción es que su valoración moral suele ser muy despectiva,
hasta el punto de que es difícil que alguien admita padecerla, especialmente
porque con ella se asume no sólo que se codicia lo que tienen los demás y se
desea su mala suerte, sino que, de alguna manera se reconoce una inferioridad
respecto a la persona que posee lo que se anhela.
El envidioso
tiene un pronunciado complejo de inferioridad, de inseguridad y de
disconformidad, diría... una baja autoestima.
Lo que tiene le
resulta poco. No lo hace feliz el logro del envidiado, porque nunca se conforma
con lo que ha logrado en su vida.
Desarrolla su envidia molestando a otros, deseándoles el mal, riéndose o
regocijándose cuando al otro le va mal en lo que hace.
Imaginemos por
un momento la situación entre dos vecinos: Dispater (el envidioso) y Belenos (el envidiado).
Dispater siente
envidia cuando ve que su vecino Belenos, por llamarlo de alguna manera, ya que
podría ser perfectamente una persona allegada, consigue un empleo mejor
remunerado que él y que durante quince
años no logró progresar. Belenos, luego
de haber trabajado jornadas extenuantes y demandantes bajo presión que le
genera un fuerte estrés laboral, repunta en su profesión, logra comprarse un
piso modesto por medio de un pequeño crédito bancario, y consigue formar una
familia.Se desarrolla en un sano círculo de personas de iguales
características, las cuales sienten que, aunque es poco lo que tienen, Dios, o
el Universo, o Buda, o las vueltas de esta vida le han facilitado todo y,
agradecidas, han aprendido a valorar lo que con su esfuerzo han obtenido. Y es por dicha razón que respetan sus logros
y son conscientes de sus limitaciones. Pero, como si esto fuera poco para contribuir
con la perforación de la úlcera estomacal de Dispater, el envidioso de nuestra
historia imaginaria, Belenos es aceptado por sus semejantes, querido por sus
amig@s, respetado, reconocido y elogiado
por sus alumn@s, por su compañer@s de trabajo, pero es cruelmente y silenciosamente odiado y maldecido por Dispater, quien siempre
estará cerca para decirle: “¡Y bueno, en todo no te puede ir bien! ¡Era hora de
que te equivocaras! ¡No puede ser que
siempre te vaya bien cuando no te lo mereces!”. Es ahí cuando Belenos se dará
cuenta, quizá prematura o tardíamente, de que la persona que le rodeaba estuvo
siempre esperando para arremeter contra él y alegrarse con su desdicha, y, por tanto, decidirá tomar
otro camino que lo mantenga alejado de Dispater.
A lo largo de nuestra vida, por una u otra
razón, a veces no querida y no buscada, nos enfrentamos a varios tipos de
envidiosos. Tenemos así:
1.- El
envidioso hipócrita, que es aquel que siempre festeja lo que hace el otro
haciendo una sonrisa de oreja a oreja y soltando carcajadas cuando el
envidiado, sin saberlo, le cuenta de sus logros, de su progreso, de su planes
mediatos e inmediatos, y de su óptima salud tanto mental como física, y el envidioso
responde haciendo gestos que, hipócritamente, provoca para mantenerse cerca del
envidiado.
2.- El
envidioso copión, que es aquel que imita al envidiado pero, sin embargo, todo
le sale mal o contrario a sus expectativas.
3.- El
envidioso engreído o compulsivo, que es aquel que nunca ha logrado nada pero
que miente acerca de lo que tiene, compró o adquirió para superar al envidiado.
4.- El
envidioso curioso, que es aquel a quien sólo le interesa saber todos los pormenores
de la vida del envidiado. Por ejemplo, le pregunta acerca de cómo consiguió cambiar el turno en su trabajo, quién lo
apadrinó, qué hizo para lograrlo, porque le parece imposible que lo haya
logrado por ser una persona responsable en su trabajo.
5.- El
envidioso de doble cara y doble discurso, que es aquel que alaba al envidiado
cuando está en su compañía pero que, cuando se va, y visita a otra persona,
habla a espaldas de aquél, y crea todo un panorama que no se condice con la
realidad de la vida del envidiado. Como si le pareciese poco, este tipo de envidioso, le cuenta a la otra
persona que el envidiado es poco menos que un excremento, y en consciencia la
otra persona incorpora el mismo concepto acerca del envidiado. Pero esto no es
suficiente para el envidioso, ya que cuando vuelve al hogar del envidiado, o al
círculo donde éste se mueve, continúa hipócritamente alabándolo y pone en
práctica el mismo procedimiento empleado con la otra persona.
De esta manera
el envidioso, sea cual sea su tipología queda
atrapado en un círculo de frustración que lo lleva a padecer de un dolor insoportable,
llegando su vida a ser un verdadero tormento.
3.- Malos pensamientos y el daño que causan
En este punto
es conveniente que sepas dos cosas fundamentales.
En primer lugar
quiero decirte que, en realidad, ningún mal pensamiento puede causarte daño, siempre
y cuando tú lo creas así. Lo contrario está significando nada menos que, desde
tu siquismo, le has otorgado poder a la otra persona, a ésa que te envidia o
despiertas su envidia. Dicho de otra modo, nada, absolutamente nada puede afectarte si tú no te lo ¡crees!
Por el contrario, si en tu fuero más interno crees que, en este caso, la
envidia, puede traerte mala suerte, infortunio, desgracias, sólo por citar
algunos ejemplos, tú ya estás creándote todas las condiciones internas necesarias
para que eso suceda en tu mundo interior y exterior. Recuerda, al menos, los
tres Principios Universales: “El Principio del Mentalismo” (todo es
mental), “Como es adentro es afuera, como
es afuera es adentro” y el “Principio
de Atracción”. Estos están unidos
por un hilo conductor o denominador común: todo lo que construyas en tu interior lo verás
indefectiblemente materializado en mundo exterior. Esto es así,
increíble por su simpleza, pero es así.
Desde niños
hemos aprendido una gran verdad: en los días nublados el sol sale, y que tú lo entiendas o no, que lo aceptes o no, que lo creas o no, ello sucede
inexorablemente así. Pues bien, con los Principios Universales ocurre lo mismo.
En segundo
lugar debes tener en cuenta que:
1.- El
envidioso, más allá del por qué lo es –psicológicamente hablando- es portador de un sentimiento doloroso y
desde su visión interna de las cosas, se autodestruye. Deshacerse de ese
sentimiento pasa por trabajarse su autoestima. Pero esto no es de
tu competencia. Lo es, si así lo quiere, de quien envidia, o sea, del
otro, nunca tuya. Nunca.
2.- Quien envidia,
no es una persona generosa. Si triunfa nunca se siente satisfecho y este
sentimiento es muy perjudicial:
a) para quien lo siente porque vive en una
espiral de autodestrucción, como ya te lo señalé, y,
b) para la persona
envidiada. Y aquí entras tú. ¿Por qué? Porque el envidioso, por si no te quedó
claro, tarde o temprano, te humillará y te descalificará en cualquier área de
tu entorno: familiar, social y/o laboral ya que considera que los demás, tú,
por ejemplo, consiguen las cosas sin dificultad y sin ningún esfuerzo.
3.- ¿Se puede
evitar ser envidiado? No, no se puede. Aun cuando intentes pasar desapercibido
siempre causarás envidia…por lo que sea. Por: tu color de ojos, tu
inteligencia, tu capacidad docente, tu capacidad oratoria, tu casa, tu trabajo…la
lista podría ser interminable si me dejas pensar un minuto más.
¡Ah, por
cierto! Cuánto más te relaciones con una
persona, las probabilidades de suscitar envidias también aumentan.
Entonces… ¡mira
qué bien! Ya tienes un “problema” menos. La envidia siempre estará ahí. No
tienes ni que planteártelo.
4.- Si eres una
persona inteligente, no tienes por qué, ni de qué, ni para qué caer en los
entredichos y controversias en las que pudieras verte envuelto por causa de
quien o quienes te envidian puesto que
todo se magnetiza negativamente sobre tu cuerpo, tu mente y tu corazón y, por
tanto, toda tu energía positiva se malgasta y se negativiza, en suma, baja de
vibración, como resultado de caer en las redes del envidioso.
“Sé manso y humilde como un
cordero pero astuto como una serpiente” o dicho de
otro modo, aprende, sigilosamente, a detectar a aquellas personas que sólo
quieren tu desdicha, tu deshonor, tu tropiezo y tu desaparición como persona
buena, honrada, solidaria, generosa, e innatamente equipada con un alto
potencial de inteligencia, de madurez mental, y de autosatisfacción por lo que
eres.
Me viene a la
memoria el gran filósofo y pensador Miguel de Unamuno, quien se refirió a las
connotaciones negativas de la envidia, creando la siguiente expresión que ya pasó a
ser parte del acervo cultural:
“La envidia es mil veces más
terrible que el hambre, porque es hambre espiritual”.
Y no dejo de pensar en la famosa y discutida
frase atribuida a Don Miguel de Cervantes en el Quijote de la Mancha, frase que
no aparece en el libro: “Ladran los perros, Sancho, señal es que seguimos
cabalgando”. El ladrido es un ruido que se asocia cuando haces algo,
cuando te arriesgas al cambio, cuando “cabalgas”
en la vida, tu vida. Entonces… ¡dale la bienvenida al ladrido!
1.- La gente que te lo dice
Siempre que
esto sucede, en principio, es porque te ama. No sé si adecuada o
inadecuadamente ya que existen formas de amar. Ni tú, ni yo, ni nadie estamos
en sus mentes. Creo que lo que realmente deberías hacer es algo tan simple como
preguntarles: “para
qué” te lo dicen. Sí, has leído bien, “para qué” y no “por qué”. Te
digo esto ya que el “por qué” es enunciativo y no explica nada. Son como los
titulares de un periódico, por ejemplo, “Accidente aéreo. Murieron todos los
pasajeros y la tripulación”. ¿Dónde sucedió? ¿Cómo ocurrió? ¿Cuándo pasó? No
explica nada. En cambio el “para qué” es explicativo y por lo general
cuando preguntas bajo estos términos esperas como mínimo una respuesta, no sólo
adulta, madura, sino también extensa y detallada. ¿Qué razón veraz se oculta
tras lo que la gente te dice lo que te dice?
Mi sincera
opinión es que tú no debes contestarles nada porque no eres responsable de ese
sentimiento. En todo caso, sí eres responsable de intentar descubrir la envidia
a tiempo evitándote muchos problemas.
Sé cauto a la hora de desarrollar
confianza con las personas. Con esto quiero decirte que cuando inicias una relación interpersonal es natural que sientas
desconfianza, pero no es conveniente que dicha relación nazca desde
la desconfianza porque lo más probable es que siempre te quedes solo.
Siéntete
orgulloso de ti y no permitas que penetre ese sentimiento llamado envidia en tu
autoestima.
Sé cauto, siéntete
libre, sé tú mismo.
Te
deseo una larga vida y sabiduría para vivirla. Que tu Sol brille siempre.
Jesús de los Ángeles Rodríguez
Martínez.
Jesús me ha encantado este post, muy interesante.
ResponderEliminarRecuerdos a T.
Un abrazo enorme,
Gracias Ale por visita a éste, el blog de tod@s.
ResponderEliminarNuestro cariño para ti y tu familia.