miércoles, 29 de agosto de 2012

La presencia de Dios en cada ser humano. (III)


El Reino de Dios es el Reino de la Llama del Amor del cual nos habla Jesús en su sermón de la Montaña; “Pedid el reino de Dios y su justo uso”, pues el Reino  o la llama del amor es todo gozo, victoria, libertad, perfección, gloria, belleza, abundancia, prosperidad, suministro, etc., todos estos dones debemos crearlos en el prójimo (es decir el que está más próximo a nosotros) para que se reflejen en nosotros y para que la personalidad sea consumida con sus miedos y temores.
El uso consciente de las afirmaciones diarias, en provecho del prójimo activa y proyecta el fuego divino con mayor facilidad y así se cumplen las palabras de Jesús cuando nos  dijo…”Mayores cosas haréis”. La llama Divina es la Fuente de Todo Poder que mana del Corazón de Dios; solamente con el uso constante con conciencia y altruismo, el hombre aniquila los dos ladrones de la felicidad humana que son el temor y la duda.
Todo individuo puede llegar a la perfección en esta tierra; pero  no todo ser humano quiere llegar a ella. Cuando el hombre mantiene, con suficiente determinación, su atención en el YO SOY, la perfección se manifestará en todas la experiencias de la vida. Yo soy fabricante de magos, decía un ser audaz; pero, así como para fabricar oro se necesita de oro, así también para fabricar magos es menester de seres con pasta de magos (es decir creadores).
El Fuego Sagrado mantiene y realiza todo lo que existe en el cielo y en la tierra. Es la Presencia YO SOY mediante la cual todo ser humano puede expresar a Ley Divina en Acción.
Aquél que usa este fuego, por medio de la afirmación consciente, forma alrededor de su mente, cuerpo,  hogar, mundo y todos los asuntos, un aura de intensa luz y recibirá las bendiciones que trascienden sus más caros anhelos y acariciados sueños.
La misión del hombre, como discípulo y salvador, es dedicar todos sus esfuerzos para salvar a los demás. No esperar nada de nadie y que esté preparado para dar todo.
Quien da recibe: practiquen esto con amor impersonal, durante cinco o diez minutos cada día y comenzarán a sentir tal libertad y soltura en el cuerpo, tal iluminación en la mente, tal acierto en los trabajos y tal poder en los pensamientos y palabras que ya no querrán hacer otra cosa que continuar esta práctica. Porque “YO SOY la Plenitud del Amor”  y en la Plenitud del amor están todas las cosas deseadas.
Seguramente que estas semillas sembradas hoy, en los corazones y mentes de los hombres, no serán aprovechadas sino por cinco o diez por ciento de los que las reciben. Los demás, por encontrarlas sencillas o porque no cuestan dinero, o por no comprenderlas, no las sabrán apreciar; pero nosotros somos los sembradores y la Madre Naturaleza es la que tiene a su cargo la vida y el crecimiento de las semillas.

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