jueves, 21 de abril de 2016

¿Quién te ofende?






Apreciad@ visitante.

Hoy te invito  a hacer una pausa en nuestro cotidiano vivir para preguntarnos cuántas veces nos quejamos a lo largo de un día, sólo de un día, de nuestra vida.
Cojamos papel y lápiz y comencemos.
“Mis padres no me dieron ni todo el amor que yo quería ni del modo en que lo quería”.  “Mi pareja no reaccionó de tal o cual forma”. “Dios no responde a mis peticiones”.  “Le di un consejo y no me hizo ni caso”. “No comparte mis ideas”. “Me ofendieron sus palabras”…


El resultado es sorprendente puesto que la lista continúa y parece no tener fin.
Sí, nos pasamos todo un día quejándonos: que si por esto o por aquello; por lo que fue, por lo que es, o por lo que pudo o no pudo ser; que si…

¿Pero realmente sabemos y entendemos  qué es la queja?
Se dice que  la queja  es un recurso psicológico o elemento que usamos para enfrentarnos a situaciones que percibimos como problemáticas y generadoras de estrés. Dentro de estos recursos existen, entre otros, los llamados afectivos que hacen referencia a la forma que la persona maneja sus emociones y sentimientos (alegría, tristeza, enojo) y el tipo de expresión que tiene de los mismos. También están aquellos recursos conformados por las percepciones y creencias.   

Si volvemos a la lista de “nuestras quejas” y hacemos un mea culpa, desde nuestra  más absoluta sinceridad, ya podemos empezar a darnos cuenta de lo siguiente: que en todo aquello de lo que nos quejamos existen sentimientos de ofensa (nos sentimos humillados, agraviados, despreciados, insultados, descalificados, no amados…y la lista continúa); que también hay algo de expectativas, esperanza, frustración, resentimiento, víctima y victimismo. Y esto nos afecta. Si hemos llegado a este punto es conveniente reconocer que el “problema”  está en nuestro interior y que son nuestras expectativas, muchas veces confundida con la esperanza, la que nos lleva a convertirnos en víctimas cuando aquello que esperábamos no se cumple en nuestra realidad. Asumamos que cuando esto sucede nos frustramos porque el mundo no responde a nuestros deseos y nos resentimos cuando las personas no actúan como nosotros  lo esperamos: cuando esperamos que nuestros padres nos quieran del modo en que nosotros deseamos;  que quien nos pidió un consejo al final ni lo tomó en cuenta… Tomando solamente estas dos quejas de “nuestra lista de quejas” caben las siguientes reflexiones: nadie, absolutamente nadie y esto incluye a nuestros padres,  ni debe ni tiene porqué querernos como nos gustaría a nosotros; y si alguien no tuvo en cuenta nuestro consejo… 1. ¿Nos  lo pidió, o sin más invadimos su vida con nuestra recomendación? 2. Nuestra opinión es sólo eso y el que se la tenga  en cuenta o no depende de la otra persona y de sus circunstancias.

Si alguna persona con sus acciones o palabras nos ha ofendido es un deber para con nuestro crecimiento interior y personal reconocer que el problema es más nuestro que del otro porque realmente la ofensa solo es efectiva si nosotros le damos cabida para que nos afecte.

Si bien es cierto que la idea de la ofensa  nos está diciendo que hemos sufrido una injusticia (real o no), asumamos que existen personas que nunca se pondrán en nuestro lugar para saber lo que sentimos, lo que pensamos o comprender la visión de nuestra realidad, dicho de otra manera, que no empatizan con nosotros. En realidad lo que nos sucede es que lo que nos hace daño es porque le estamos dando permiso al dolor emocional para que nos lastime.

¿Cómo enfrentamos nuestras expectativas, esperanza, frustración, resentimiento, víctima y victimismo, nuestras emociones y sentimientos, percepciones y creencias?

Sólo algunas sugerencias
·        Ser responsables y dueños de nuestros deseos y decepciones que no tienen nada que ver con los demás y que sólo las hemos creado en nuestra mente. Todos esperamos cosas pero sepamos poner límites a ellas cuando éstas no suceden.
·        Confiar  siempre en uno mismo.
·        Resolver nuestros  propios miedos y llenar nuestros vacíos.
·        Dejar que nos quieran en libertad, y si no lo hacen, no juzgarlos, dejarlos ser como quieren que sean.
·        Recordar ser como queremos ser; aprender a andar por el mundo con seguridad y madurez, construyendo nuestra propia felicidad con respecto a los demás.
·        Esperar todo de uno mismo y vivir en armonía con los otros.
·        Ejercer el perdón, perdonándonos y perdonando a los demás.

Por todo lo expuesto,  creo firmemente que:


A continuación incluyo un post que llegó a mi correo electrónico y está relacionado con el tema que hoy nos ocupa.
Nadie te ofende, tú te ofendes
Las personas se  pasan la mayor parte de su vida sintiéndose ofendidas por lo que “alguien” les hizo.

Son tus
expectativas de lo que esperabas de esas personas, las que te hieren. Y las expectativas tú las creas con tus pensamientos. No son reales. Son imaginarias.

Si tú esperabas que tus
padres te dieran más amor, y no te lo dieron, no tienes porqué sentirte ofendido. Son tus expectativas de lo que “un padre ideal” debió hacer contigo, las que fueron violadas. Y tus ideas son las que te lastiman.

Si esperabas que tu
pareja reaccionara de tal o cual forma y no lo hizo… tu pareja no te ha hecho nada. Es la diferencia entre las atenciones que esperabas que tuviera contigo y las que realmente tuvo, las que te hieren. Nuevamente, eso está en tu imaginación.

¿Enojado con
Dios? Son tus creencias de lo que debería hacer Dios, las que te lastiman. Dios jamás ofende y daña a nadie.
Un
hábito requiere de todas sus partes para funcionar. Si pierde una, el hábito se desarma. El hábito de sentirte ofendido por lo que “te hacen otros” (en realidad nadie te hace nada) desaparecerá cuando conozcas mejor la fuente de las “ofensas”.

Cuando nacemos, somos auténticos. Pero nuestra verdadera naturaleza, es suprimida y sustituida artificialmente por conceptos que nuestros padres, la escuela, la sociedad y los medios nos enseñan y crean una novela falsa de cómo deberían ser las cosas en todos los aspectos de tu vida y cómo “deben” de actuar los demás. Una novela que no tiene nada que ver con la realidad.

También, las otras personas son criaturas de inventario. A lo largo de su vida, coleccionan experiencias: padres, amigos, parejas, etc. y las almacenan en su inventario interior.
Las experiencias negativas dejan una huella más profunda en nosotros que las
positivas.

Y cuando una persona es
“maltratada” (por no haber dicho o hecho lo que se esperaba de ella) por alguien, deja esa experiencia en su “inventario”. Cuando conoce a otro alguien, tiene miedo y trata de ver si la nueva persona repetirá las mismas actitudes que le hirieron, o sea que se predispone.

Saca una experiencia de su inventario negativo. Se pone los lentes de esa experiencia y
ve a las nuevas personas y experiencias de su vida con esos lentes. Obviamente lo que teme lo provoca. ¿Resultado? Se duplican los mismos problemas y las mismas experiencias negativas.

Y el inventario negativo sigue creciendo. En realidad lo que hace es que
te estorba. No te deja ser feliz. Y a medida que se avanza en años, se es menos feliz. Es porque el inventario negativo aumenta año con año.
¿Has visto a las personas de edad avanzada y a los matrimonios con muchos años? Su inventario es tan grande, que parece que la negatividad es su vida. Una y otra vez sacan experiencias de su inventario negativo ante
cualquier circunstancia.


Una de las mayores fuentes de ofensas, es la de tratar de
imponer el punto de vista de una persona a otra y guiar su vida. Cuando le dices lo que “debe hacer” y te dice “no”, creas resentimientos por partida doble. Primero, te sientes ofendido porque no hizo lo que querías. Segundo, la otra persona se ofende porque no la aceptaste como es. Y es un círculo vicioso.
Todas las personas
tienen el derecho divino de guiar su vida como les plazca. Aprenderán de sus errores por sí mismos. Déjalos ser.


Además recuerda también que nadie te pertenece. Cuando los colonos americanos querían comprarle sus tierras a los pieles rojas éstos les contestaron: “¿Comprar nuestras tierras? ¡Si no nos pertenecen! Ni el fulgor de las aguas, ni el aire, ni nuestros hermanos los búfalos a los cuales sólo cazamos para sobrevivir. Es una idea completamente desconocida para nosotros.”
Ni la naturaleza, ni tus padres, ni tus hermanos, ni tus hijos, tus amigos o parejas te pertenecen. Es como el fulgor de las aguas o el aire. No los puedes comprar. No los puedes separar.
No son tuyos. Sólo los puedes disfrutar como parte de la naturaleza. El cauce de un río no lo puedes atrapar. Sólo puedes meter las manos, sentir el correr de las aguas entre ellas, y dejarlo seguir.

Las personas son un río caudaloso. Cualquier intento de atraparlas te va a lastimar. Ámalas, disfrútalas y déjalas ir.
Entonces; ¿cómo puedo perdonar?

1) Entiende que nadie te ha ofendido. Son tus ideas acerca de “cómo deberían actuar las personas y Dios las que te hieren”. Estas ideas son producto de una máscara social que has aprendido desde tu infancia de forma inconsciente. Reconoce que la mayoría de las personas nunca van a cuadrar con esas ideas que tienes. Porque son ideas falsas.

2) Deja a las personas ser. Deja que guíen su vida como mejor les plazca. Es su responsabilidad. Dales consejos solo si te lo solicitan, pero permite que tomen sus decisiones. Es su derecho divino por nacimiento:
el libre albedrío y la libertad.

3) Nadie te pertenece. Ni tus padres, amigos y parejas. Todos formamos parte del engranaje de la naturaleza. Deja fluir las cosas sin resistirte a ellas. Ama y deja ser.

4) Deja de pensar demasiado. Ábrete a la posibilidad de nuevas experiencias. No utilices tu inventario. Abre los ojos y observa el fluir de la vida como es. Cuando limpias tu visión de lentes obscuros y te los quitas, el resultado es la limpieza de visión.

5) La perfección no existe. Ni el padre, amigo, pareja o hermano perfecto. Es un concepto creado por la mente humana que en ningún nivel intelectual puedes comprender, porque en la realidad no existe. Porque es un concepto imaginario.

Un bosque perfecto serían puros árboles, sol rico, no bichos… ¿Existe? No.

Para un pez el mar perfecto sería aquel donde no hay depredadores ¿Existe? No.

Sólo a un nivel intelectual. En la realidad jamás va a existir.

Naturalmente, al pez sólo le queda disfrutar de la realidad. Cualquier frustración de que el mar no es como quiere que sea no tiene sentido. Deja de resistirte a que las personas no son como quieres. Acepta a las personas como el pez acepta al mar y ámalas como son.

6) Desintoxícate del veneno del rencor y reconcíliate con la vida. La vida real es más hermosa y excitante que cualquier idea que tienes del mundo.

7) Imagina a esa persona que te ofendió en el pasado. Imagínate que ambos están cómodamente sentados. Dile por qué te ofendió. Escucha su explicación amorosa de por qué lo hizo. Y perdónala.

8) Si un ser querido ya no está en este mundo utiliza esta dinámica para decirle lo que quieres. Escucha su respuesta. Y dile adiós. Te dará una enorme paz.
A la luz del corto período de vida que tenemos sólo tenemos tiempo para vivir, disfrutar y ser felices. Nuestra compañera, la muerte, en cualquier momento y de forma imprevista puede tomarnos entre sus brazos. Es superfluo gastar el tiempo en pensar en las ofensas de otros. No puedes darte ese lujo.

9) Es natural pasar por un periodo de duelo al perdonar, deja que tu herida sane. Descárgate con alguien para dejar fluir el dolor. Vuelve a leer este artículo las veces necesarias y deja que los conceptos empiecen a sembrar
semillas de conciencia en tu interior. Aprende con honestidad de los errores que cometiste, prométete que no lo volverás a hacer y regresa a vivir la vida.

Y como dirían los Beatles, ¡Let it be!…

Deja al mundo ser. Y déjate ser a ti también.

Publicado por Roberto Trevilla Baz en Sincrodestino

Te deseo una larga vida y Sabiduría para vivirla. Que tu Sol brille siempre.

Jesús de los Ángeles Rodríguez Martínez

Fuente
Imágenes tomadas de la web




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