Reflexión del mes de septiembre
Apeciad@ visitante
Me pregunto: ¿cuántas veces en tu
vida has pasado por situaciones en las que te costó, o te cuesta pedir ayuda? ¿Qué te motiva
a no hacerlo? ¿Pedir
ayuda… a quién?
Vayamos por partes.
Las situaciones pueden ser muchas y muy
variadas. Si haces un auto examen sincero y sin juzgar lo que vayas a
encontrar, siempre tienes algún motivo
para sentirte dolido-a, ya sea por resentimientos, rabia, rencores. También te
acompañan los miedos a… la muerte, a perder el puesto de trabajo, a que por
timidez no te relacionas con otros-as, a la crítica, a no ser aceptado-a… La
lista pude ser larga.
Los motivos que te impide pedir
ayuda también son varios: el orgullo, el creer que se eres débil, la
dependencia que puedas establecer con la persona que te ayuda... Y aquí la lista también puede ser tan larga
como las excusas que puedas
encontrar para no salir de ese círculo vicioso que es el victimismo. Porque en el fondo,
y aún cuando te cueste mucho aceptarlo, ser víctima te pone en una situación
“ideal”,
“cómoda” y “segura” puesto que siempre el otro-a tiene la “culpa” de lo que te pasa.
En realidad es más fácil no hacerte
responsable de tus actos; pero esto será tema para otro momento.
Con respecto a quién pedir ayuda… Siempre
existe un amigo-a de confianza a
quien recurrir, o un grupo de autoayuda.
Ambos son valiosos en la medida que te ayude a tomar conciencia que no eres el único-a que sufre una
situación determinada ni que eres tan “raro-a” o que tu realidad actual no es tan extraña como pensabas.
No te paralices, pide ayuda dejando a un lado tus sentimientos de desconfianza y vergüenza puesto que
estos te dificultan la acción.
Recuerda que…
No obstante deseo dejarte claro que
tanto una persona de tu confianza como un grupo de autoayuda no reemplazan la actuación de un
profesional cualificado sea este psicólogo o psiquiatra.
Reconocer. Verbalizar. Su importancia
Cuando reconoces que algo no está
funcionando adecuadamente en tu vida ya has encontrado el 50% de la solución, el otro 50% restante puede que lo
encuentres tú solo-a, o que necesites de la ayuda externa a la que hice
mención.
Y si eres de esas personas que suelen
decir que “me cuesta pedir ayuda” debes saber que en realidad lo que dices no es
totalmente cierto porque al decirlo ya lo estás haciendo y al hacerlo estás dando el primer
paso hacia tu recuperación.
En relación a todo lo expuesto permíteme
compartir contigo lo que una queridísima amiga, de mi tierra natal, lo hizo conmigo. Forma parte de una historia
de nuestras vidas. Resumidamente, ella no estaba pasando por un buen momento en
su vida y, desde su confianza hacia mí y desde su humildad
sabiéndose frágil por naturaleza humana, frágil como lo somos todos-as, me pidió que la ayudara toda vez
que se sintiera desanimada y sin fuerzas para continuar desandando el camino de
su recuperación. Para ello me hizo entrega de un hermoso poema, casi diría… su recordatorio, pidiéndome
que tan pronto me lo hiciera saber se lo leyera. Acepté ese compromiso por amor
a nuestra amistad.
De esto han pasado ya muchos años y
afortunadamente para ella no he tenido necesidad de volvérselo a leer pero aún
así mantengo el compromiso aunque miles
de kilómetros nos separan físicamente.
La vida, como educadora que es, me
llevó por senderos en que tuve la necesidad de pedir ayuda y decidí compartirlo
con otras personas allegadas a mis afectos
y mi confianza.
Ellas también se comprometieron a leérmelo y sé que cuando lo necesite, una vez más,
estarán allí para hacerlo, recordándome que
se puede, que yo puedo.
Hoy comparto contigo este poema deseando
que sea beneficioso también para ti.
¡Se puede!
“Si me ves
cansado… fuera del sendero
ya casi sin
fuerzas para hacer camino;
si me ves
sintiendo que la vida es dura,
porque ya no
puedo, porque ya no sigo.
Ven a
recordarme cómo es un comienzo,
ven a
desafiarme con tu desafío.
Muéveme el
alma,
vuélveme al
impulso
llévame a mí
mismo.
Yo sabré
encender mi lámpara
en el tiempo
oscuro, entre el viento frío,
volveré a ser
fuego desde brasas quietas,
que alumbre y
reviva mi andar peregrino.
Vuelve a
susurrarme aquella consigna
desde el
primer paso para un principio.
Muéstrame la
garra que se necesita
para
levantarse desde lo caído.
Si me ves
cansado, fuera del sendero,
sin ver más
espacios que el de los abismos,
trae a mi
memoria que también hay puentes,
que también
hay alas, que aún no hemos visto.
Que vamos
armados de fe y de bravura,
que seremos
siempre lo que hemos creído.
Que somos
guerreros de la vida plena,
que todo nos
guía hacia nuestro sitio,
que en un primer
paso, y en un nuevo empeño,
nos lleva a
la forma de no ser vencidos.
Que el árbol
se dobla,
se agita,
estremece, deshoja y retoña,
pero queda
erguido,
que el único
trecho que queda adelante,
es aquel que
cubre nuestro pie extendido.
Si me ves
cansado, fuera del sendero,
solitario y
triste, quebrado y herido,
siéntate a mi
lado, tómame las manos,
entra por mis
ojos hasta mi escondrijo…
y dime… ¡se
puede! E insiste, ¡se puede!
Hasta que yo
entienda que puedo lo mismo.
Que tu voz
despierte, desde tu certeza,
al que de
cansancio se quedó dormido.
Y tal vez, si
quieres, préstame tus brazos,
para
incorporarme, nuevo y decidido.
Que la unión
es triunfo
cuando hombro
con hombro vamos,
con el mismo
brío.
Si me ves
cansado, fuera del sendero,
lleva mi
mirada hacia tu camino.
Hazme ver las
huellas, que allá están marcadas,
un paso tras
otro por donde has venido.
Y vendrá
contigo una madrugada,
la voz
insistente para un nuevo inicio,
que abrirá
otro rumbo porque…
¡Sí, he
creído!... que siempre se puede…
se puede…”
Autor Anónimo
Del libro “Toma
un café contigo mismo” del Dr.
Walter Dressel1
1
Médico egresado de la Facultad de Medicina de la Universidad de la
República Oriental del Uruguay. Cardiólogo de la Escuela de Postgrado de la
misma facultad. Homeópata egresado de la Asociación Médica Homeopática
Argentina. Especializado en el Estudio Integral del Envejecimiento Humano.
Creador del Centro de Medicina del Bienestar y fundador del Centro de Liderazgo
y Administración de la Vida Humana. Director del programa de radio “Buen Día
Salud”.
Te deseo una Larga Vida
y Sabiduría para Vivirla. Que tu Sol brille Siempre.
Jesús de los Ángeles
Rodríguez Martínez
Fuentes
Imágenes tomadas de la
web
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