Un
judío trabajaba en una planta empacadora de carne en Noruega. Un día,
terminando su horario de trabajo, fue a uno de los refrigeradores para
inspeccionar algo, se cerró la puerta con el seguro y se quedó atrapado dentro
del refrigerador, golpeó fuertemente la puerta y empezó a gritar, pero nadie lo
escuchaba. La mayoría de los trabajadores se habían ido a sus casas, y era casi
imposible escucharlo por el grosor que tenía esa puerta. Llevaba cinco horas en
el refrigerador al borde de la muerte. De repente se abrió la puerta. El
guardia de seguridad entró y lo rescató.
Después
de esto, le preguntaron al guardia ¿a qué se debe que se le ocurrió abrir esa
puerta si no es parte de su rutina de trabajo? El explicó: “llevo trabajando en
esta empresa treinta y cinco anos, cientos de trabajadores entran a la planta
cada día. Este judío es el único que me saluda en la mañana y se despide de mí
en las tardes. El resto de los trabajadores me tratan como si fuera invisible.
Hoy me dijo hola, pero nunca escuché hasta mañana. Yo espero por ese hola,
buenos días, y ese chao, hasta mañana cada día. Sabiendo que todavía no se
había despedido de mi, pensé que debía estar en algún lugar del edificio, por
lo que lo busque y lo conseguí”.
Creo
que coincidirás conmigo en que lo que acabas de leer es una linda historia y
una excelente lección pero no te quedes sólo con esto; te invito a reflexionar
sobre lo que sigue:
“Recibe a toda persona con buena cara” Rab
Avigdor Miller zz’l de la Mishna en Avot (1:15).
“No recibas ni saludes a nadie de espaldas, sino de frente cara a cara, […]
el interés en la persona se fija en la mirada, ver a quien vas a saludar con
interés, con atención, y […], la forma de poner una cara linda es añadiéndole
una sonrisa que embellece esa cara, esa es la forma correcta de recibir a toda
persona, de saludar a la gente.” Rab Miller
Desde
niños hemos aprendido “buenos modales”
y entre estos los que atañen al saludo, tanto al presentarnos como al retirarnos. La intención de quienes nos lo
enseñaron, sin duda, fue buena, con el propósito de ser “educados” y “considerados”
con los demás. Pero hoy, mirando hacia atrás, nos damos cuenta que lo
aprendimos mecánicamente
repitiendo expresiones sin pensar en el efecto que tienen.
Vayamos
por parte. Saludar de forma automática,
como una simple “formalidad”, revela
incomprensión del valor del saludo, el cual satisface una necesidad
esencial de los seres humanos como el ser identificados, reconocidos,
valorados,
respetados,
aceptados
e incluidos.
Por lo tanto se puede decir sin temor a equívocos que el saludo es un elemento
primordial para la autoestima y un elemento emocional insustituible en la
interacción humana.
En
cuanto al efecto que el saludo
produce lo hace en la esfera del estado anímico de las personas, el cual se ve
afectado de modo “negativo” cuando se sienten
ignoradas
o que no han sido “bienvenidas”,
cualquiera que sea el lugar donde sean atendidas. Tal vez ahora empecemos a
entender que el saludo va más allá de ser una parte de lo que aprendimos como “buenos modales”.
Pero
¿qué son los “buenos modales”? y ¿cuáles son algunas de sus características? Una definición académica sería: Los buenos modales son los actos
que expresan el nivel de conciencia que tenemos hacia la dignidad de los demás.
Algunas características de buenos modales son:
-
Sonreír (o aprender a sonreír)
independientemente del temperamento que uno posea. Como dijo el erudito Shamai:
“Haz
de
recibir a toda persona con rostro cordial”. (Pirkei Abot 1: 14)
-
Adoptar el hábito de saludar, independientemente de
la posición de uno en la sociedad.
-
Dirigirse al prójimo, es decir a aquél que está próximo a uno, con amabilidad.
Se puede decir que el saludo es una característica de buenos modales de las más
populares. Así en todos los países hay modismos que se manifiestan en el saludo.
Tomando sólo dos ejemplos en España, por regla general, los caballeros se dan la
mano y las mujeres
suelen darse dos besos en las mejillas.
En cambio en Argentina, el saludo más común empleado para
saludar a alguien es con un firme y caluroso apretón de manos. Las mujeres
generalmente se dan un beso en una mejilla.
Los saludos verbales dependen
de la situación.
Por ejemplo, la expresión "Hola" es un saludo común y casual. En
cambio "Buen día" es un saludo más formal.
En las ciudades, no se suele saludar a los
extraños que pasan por la calle, pero en las zonas
rurales el saludo
entre gente desconocida es común.
La realidad nos dice que es común
en muchas personas saludar cordialmente cuando ingresan, pero cuando se retiran, no prestan demasiada atención al saludo de despedida el cual es, o debería ser, un tema de consideración
pues tiene tanta importancia el
saludo al retirarse como el que se manifiesta al entrar.
Todos sabemos que actualmente
llevamos, quien más quien menos, un ritmo de vida acelerado a tal punto que se
llegan a situaciones como el compañero de oficina que al comprobar que en su
agenda tiene ese día cita con su médico, de repente se retira y cuando venimos
con esos cafés que tanto nos gustan y compartimos con alegría, vemos que ya no
está.
¿Estás de acuerdo conmigo de que
este es un caso de descuido en el saludo
al retirarse, y es algo que se puede mejorar?
También están aquellas personas
que llaman por teléfono, y cuando son atendidas saludan: ¿Hola? ¿Con quién
hablo? Pero enseguida se dan cuenta que se trata de un error. En vez de
comunicar a quien atendió que se trata de un error y saludar despidiéndose,
directamente cortan la comunicación. Creo que la actitud adecuada es comunicar a su interlocutor del equívoco y
despedirse con un ¡disculpe fue un error!, para luego saludar y cortar.
Mi pregunta es ¿en
situaciones similares a las
señaladas, te gustaría que te hagan eso?
El sabio Hilel enseñó al respecto: “no hagas al otro lo que no quieres que te
hagan a ti”.
Saludar al presentarse y al retirarse es esencial en todo lugar y en todo momento. Debe respetarse el honor del prójimo tal como deseamos que se respete el
nuestro.
También en el acto de orar
Desconozco si crees en algo sobrenatural,
sagrado o divino o si sólo crees en ti.
No estoy aquí para juzgarte ni para juzgar.
Independientemente de en quién crees permíteme compartir contigo lo
siguiente.
Toda vez que inicies tu oración en primer lugar saluda
al Padre-Madre Universal, a la Vida o a ti mismo con
respeto y honor de esta manera este proceder que está latente en tu interior se
activará también en todos los momentos de
tu vida en que hables con tus semejantes. Y al finalizar tu rogativa saluda también en la despedida porque de lo contrario estarías demostrándote que estuviste frente a la
Energía Divina solo por obligación, o porque necesitabas pedirle algo, pero
ahora que ya acabaste de hacerlo, ya no te interesa Su Presencia. Como lo
expresa el Talmud […] “si no se hace así, es mejor no
haber rezado”.
Entonces, recuerda que:
Te deseo una larga vida y
sabiduría para vivirla. Que tu Sol brille siempre.
Jesús de los Ángeles Rodríguez
Martínez
Fuentes
Imágenes: tomadas de la Web y de mi autoría.
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